miércoles, 30 de junio de 2010

Paraíso Avène



Silencio, relax, paz y lo más importante en estas fechas, aire fresco. Avène nos invitó al oasis entre montañas que es su estación termal en el sur de Francia, situado junto al pueblito que da nombre a la empresa de dermocosmética más renombrada del mercado. Allí pudimos comprobar, tras varias horas de autobús (nadie dijo que el paraíso fuera fácil de alcanzar), por qué nos gusta tanto la piel después de que la toque Avène y también descubrimos algo que quizá muchos ignoren: Avène es una lugar del que la gente entra triste y sale con una sonrisa. Suena cursi, lo sé, pero tras dos días viendo cómo niños con dermatitis se curan gracias a unos baños en Avène, la vida puede ser maravillosa. Las propiedades del agua de Avène, que se descubrieron por casualidad después de que un caballo se curara milagrosamente tras entrar en contacto con ella, se disfrutan desde que pisas el centro.

Su agua embotellada, que sólo se consume dentro de las instalaciones, es realmente adictiva. Intentamos que nos la vendieran, soborno mediante, pero no hubo manera, en Avène todos son del team Pierre Fabre. El humilde farmacéutico que se hizo a sí mismo y creó un emporio, es dueño de medio territorio y sus dominios incluyen, además de la estación termal, viñedos y laboratorios farmacéuticos. Su último reto es convertir Toulouse en el Houston europeo de la lucha contra el cáncer. Todos le admiran y le respetan. Y yo, que me mimetizo con facilidad, caminaba alegre con mi botella de agua bajo el brazo. El culmen de mi felicidad fue cuando, en el hotel, me ofrecieron una de las bicicletas que tienen a disposición de los clientes. En Avene se corre el riesgo de creer que ese aura tan saludable te sigue a todas partes y, peor aun, que te hace estar en forma. Con la lengua fuera pero feliz conseguí subir la montaña (media montaña, en realidad) ¡pero qué felicidad la bajada!.

Mi etapa tour de Francia (lo dicho, todo se magnifica) concluyó en Avène, el pueblo de una sola calle salpicado por pequeñas tiendas en las que se vende de todo. Desde soldaditos de plomo hasta paraguas, cajas, relojes o bolsos de la época en la que se curó en caballo de Avène. Pero todo gusta, todo quieres llevarlo a casa para que la energía positiva no te abandone. Último sorbo a la botella y de vuelta al autobús. Menos mal que en mi casa me esperan el agua termal y sus cremas que si no…

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